Ruego me disculpen ustedes por volver a insistir con el tema del aumento de pesos y dimensiones de los camiones, petición insistente de la gran distribución y la automoción, pero es que esta gente es como un martillo pilón.
Van de ecológicos, que se lleva mucho, y con este gobierno que tenemos y el que vamos a tener, creador del Ministerio para la Transición Ecológica, aprovecharán, sin duda, la futura Ley de cambio climático y transición energética, cuyo proyecto se encuentra en información pública, para colar un gol al sector del transporte metiendo, por algún rincón, el incremento de pesos y dimensiones de los camiones como medida para reducir la contaminación.
Lo que realmente quieren las asociaciones que representan los intereses de la gran distribución y la automoción, es abaratar, como sea, el coste del transporte. Los efectos de esta medida en el medio ambiente les importa un huevo de pascua. Es difícil creer que los fabricantes de vehículos, que han sido condenados en varias ocasiones por hacer trampa con el tema de las emisiones de los motores, se hayan convertido, de repente, en socios protectores de Greenpeace, o que el objetivo fundamental de la gran distribución sea reducir la huella de carbono.
Es curioso también que, desde la Unión Europea, cuando recientemente se ha tenido oportunidad de variar las masas y dimensiones de los camiones para que resulten más eficientes y menos contaminantes, lo hayan hecho exclusivamente para permitir que sean más eficientes aerodinámicamente y puedan soportar el peso de las baterías, en caso de vehículos eléctricos o híbridos, pero, de cualquier modo, sin aumentar su capacidad de carga.
Lo que realmente quieren las asociaciones que representan los intereses de la gran distribución y la automoción, es abaratar, como sea, el coste del transporte.
Por lo tanto, sigue vigente la normativa europea que limita la masa máxima de los camiones a 40 toneladas y a 4,00 metros su altura para el tráfico internacional.
Quizás no lo hayan hecho por motivos de seguridad vial; o porque no está demostrado un incremento significativo de la eficiencia de vehículos más pesados y voluminosos; o porque cuando la política europea mantiene una clara defensa y potenciación del ferrocarril, posibilitar una mayor capacidad de carga a los camiones harían éste todavía menos competitivo; o quizás, por todas estas razones juntas.
En todo caso, no creo que se haya considerado el tremendo daño que causaría al sector una decisión de esta naturaleza.
Un incremento de la capacidad de carga del 16 por ciento, que es lo que supone aumentar la masa máxima autorizada de 40 a 44 toneladas, tendrá una inmediata repercusión en los precios del transporte de consecuencias impredecibles para un sector que es incapaz de repercutir el incremento de costes en sus tarifas, como queda meridianamente claro en el Observatorio de Costes del Ministerio de Fomento.
Las empresas que realizan transporte internacional se verían afectadas en su competitividad, cuando realicen transporte interior – que constituye el cincuenta por ciento de su actividad – si se varía la altura máxima de los camiones, al no poder adaptar su flota a las nuevas dimensiones.
Pero, me temo lo peor si no mantenemos una firme postura en defensa de los intereses de nuestras empresas, porque estos tíos son muy cansinos.
Manuel Pérezcarro Martín | Secretario General FROET
—– Artículo publicado en la Revista FROET En Ruta nº 244 | Junio de 2019 —–